Esta semana voy a ir a otras tiendas para dejar exhibidores donde vender y pedir auspicios para sacar más números. El ideal es que La voz del capitalista vegetariano sea gratis y se financie con publicidad de tiendas que apoyen la moción. De tal forma que me pueda pasear por las calles en busca de más santos oscuros, ampliar la red rizomática, encontrar inspiración para seguir escribiendo y cambiando el mundo de a pocos, es agotador cobrar por lo que hago, cuando es solo arte, esa cosa inútil que los seres humanos necesitamos para no automatizarnos.
En el futuro todo va a ser gratis, cuando todos hagan lo que aman. Lo hagan por amor, porque quieren hacerlo. No habrán jefes. Ese mundo está cada día más cercano, pero depende de cada uno de nosotros.
Ayer domingo salí en mi bicicleta con 6 exhibidores en un maletín. Fui a un restaurante vegetariano en Petit Thouars, Tai I, donde conocí al hijo del dueño taiwanés que se llama Mulín. Conversé con Jorge, un cura con un bastón que me saludó sonriente y me dijo que tengo que hacer ejercicio e ir a la playa para broncearme y pedaleé casi 5 horas viendo tiendas que estaban cerradas. ¡Qué felicidad!